sábado, 5 de marzo de 2011

DOS ENAMORADOS EN LA PLAZA


DOS ENAMORADOS EN LA PLAZA

Pasaba una paloma bajo el cielo límpido y nuboso, blanco o celeste, indiferente, pensando quién sabe qué. Atrás, buscando una rama del amor ¿el macho?, tal vez. El Sol trataba de esconderse  tirando locos rayos, escapando de las banderas. Se iba, se quedaba.
Podría ser sábado o también domingo, daría lo mismo para contar la historia de los enamorados escondidos bajo el árbol. Abstraídos, hablaban y se escuchaban; por momentos reían, por momentos lloraban.
Voces a la izquierda, voces a la derecha, gritos y silencios y los pasos cercanos de hombres o mujeres.
 El cielo dejaba claros entre oscuras nubes en la plaza Honshu. De pronto en un pequeño espacio, robándole al Sol sus vitales rayos, aprovechó el “Enola Gay” que llevaba en su panza al “ Little Boy” y como si arrojara Biblias, con la misma displicencia, dejó caer una enorme caja de hierro que contenía mensajes de horror. Los mercaderes de la guerra, los asesinos de los pueblos, políticos, militares y científicos del horror la habían inventado. Un arrepentido igual que el compañero del calvario dijo, al mirar para atrás, “Dios mío, qué hemos hecho”.
No era cualquier día, era el domingo, ni cualquier mes, era agosto 6 y el año 1948, 8 y 15. Nada quedó que fuera rastro de vida. Hiroshima se llamaba el pueblo.
Ellos estaban allí, juntos, bajo un árbol, amándose en medio de voces aledañas a la izquierda y a la derecha, gritos y silencios y pasos cercanos de hombres o mujeres que pasaban por allí sin enterarse siquiera de esa llama de amor.
Sólo quedaron sus sombras. Ahora eran dos manchas estáticas en el césped. Mi mayor dolor es que ellas no puedan ni tocarse, ni besarse, ni  amarse, la parte más importante de la vida.

ALBERTO FERNANDEZ  (furnita)

albertofernandez@speedy.com.ar

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