miércoles, 28 de septiembre de 2011

LA CALLE EMPINADA

LA CALLE  EMPINADA
Alquilé un pequeño cuarto en esa extraña calle que asciende justo hasta la ventana para luego descender en la opuesta  forma. Era como si estuviera viviendo en el pico de una montaña. En sendas valijas nuestra ropa de verano.  La de ella, más pequeña.  Un único cuadro en la pared “El espejo falso”.
Una ventana a la calle misteriosa. Empedrada. Antiguas casas. Balcones en todas,  con flores en gestación.
En nuestra primera noche, interrumpieron nuestro silencio de besos. Borrachos o alegres. Alegres y borrachos, cantando. Adelante, como indicando caminos, un músico con un simple acordeón, trataba de complacer notas a las canciones. Nos asomamos desnudos y los aplaudimos.  Dos ventanas vecinas nos imitaron. Agradecidos, cantaron más fuerte. La noche no era para dormir. Me dijo: soy feliz, participo de la vida.
Brotaba la primavera con un aire tibio mientras canjeábamos sensaciones. Las noches eran eso. Mezclas de amor y cantos de borrachos alegres. Los horizontales y los verticales. Interrumpíamos el silencio de las estrellas. Despertábamos temprano para  volver a  amarnos.
Los días pasaron, las flores de los balcones  obedecieron los ciclos impuestos por, quien sabe quién. El Sol se alojaba menos en el cuarto. Sólo iluminaba en la pared la reproducción de Magritte.  Era la señal. Hora de partir.
Tomamos las valijas con nuestra ropa de verano. La de ella más pequeña. Partimos. Las dos calles ahora descendentes. Yo, la de la derecha.  Vi cómo se perdía su figura en la opuesta.

ALBERTO FERNANDEZ

jueves, 15 de septiembre de 2011

Besame otra vez, Ingrid: Domingo en 7


diagonizado.blogspot.com
Besame otra vez, Ingrid: Domingo en 7: Domingo en 7 Alvaro. Hoy vuelvo a visitar tu blog. La última fue cuando conocí a tu madre y a tu padre en el simposio de escultura de CONC...

UNA MUJER ES UNA MUJER ES UNA MUJER

UNA MUJER ES UNA MUJER ES UNA MUJER.

En la sala del pequeño cine pasaban películas de culto. Aquellas de gran calidad artística pero de baja concurrencia de público. –Te gusta Godard, le dije- Déjame seguirla, después hablamos, respondió. “Una mujer es una mujer” era el título que elegimos. La oportunidad de continuar la conversación estaba planteada. Al terminar fuimos a un café aledaño para seguir con nuestra charla. –Te guste o no te guste …es Godard. – El final “Yo no soy una infame, soy una mujer”- -Ella baila, canta, coquetea con ambos personajes. – menage a trois.
–Pero, ella ¿ama realmente?- No, se ama a sí misma- Exige, pide escuchar a Aznavour.- Parpadea, - Mira al espectador para buscar complacencia.- El director juega con la cámara en mano, con la música.- Me gustó.
Hablamos y hablamos hasta que la charla se escapó de la película, de su contenido, de su mensaje, para adentrar en lo más  íntimo de nosotros dos.
Margarita Ríos era una flor. Su aliento desparramaba  aromas de tierras desconocidas. Los besos eran traslado de sensaciones nacidas en lo más hondo de su cuerpo. Su amor cegaba el camino de lo racional. La voz, risa o murmullo. Cuando aparecían las lágrimas inundaban los ríos de la tristeza. En su frente pegada la pancarta de la memoria. La piel, adornada con colores, ruborizaba al que la mirara. En el abrazo ensartaba  sus latidos  como cuentas de collar. Margarita Ríos esfumaba, por tiempos indefinidos,  la realidad del instante. Era entonces cuando yo descendía los nueve niveles del Dante. Gradualmente, las emociones se intensificaban, y finalmente el despertar placentero. Margarita regalaba su cuerpo.
Las furias filtran los orificios y los espejos filman las secuencias. Rostros alegres, miradas y semipàrpados alimentando el placer de la sangre. Interrupción de los pensamientos
Final del acto. Una puerta que vibró para abrirse y como colofón lo hizo. Las puertas se abren al olvido. Sólo quedé yo y los espejos que lentamente reflejaban voces, risas, lágrimas, jadeos, semipárpados y una piel adornada con colores para, en momentos infinitamente pequeños, borrarse y dejar paso a nuevas imágenes.
Me fuí rumbo al olvido. El cuarto dispuesto a recibir a otros Godard. Iguales pero diferentes.
ALBERTOFERNANDEZ





Domingo en 7

Domingo en 7

Alvaro. Hoy vuelvo a visitar tu blog. La última fue cuando conocí a tu madre y a tu padre en el simposio de escultura de CONCORDIA. Esa vez fue cuando leì tu primer premio del concurso de cuentos de LA RIOJA. Unos cuentos muy creativos y con una escritura transgresora. Si te interesa te paso mi blog sin obligación de compra: www.besameotravezingrid.blogspot.com Un abrazo Alberto
mi mail: albertofernandez@speedy.com.ar

martes, 13 de septiembre de 2011

¿PORQUÉ SE FUERON?

                                                                                                         
¿PORQUÈ SE FUERON?

¿Maquillarlas, limpiar algodones nasales, vestirlas de blanco, zapatos blancos, lunas blancas de las uñas, separar carne agua, agua carne. Pintar sus bocas de granada roja oscura, para que vuelvan a plasmar el puño de pájaros desgarrados en poemas?
 Ella estaba allí sentada mirando fluir el río viajero incansable. No estaba el aire ni muy frío ni templado. Así como quería estar el aire. Como se le antojara estar. Recordó viejos sueños que aún la hostigaban. El primer beso asomó, suave, dulce. Un arrobo de ternura invadió sus mejillas. Unos hermosos momentos duró esa relación adolescente. Creyó que para toda la vida en el tiempo medido en su reloj de mujer. Tiempo infinito. Tiempo mudo, implacable.
El silencio interrumpido por los ruidos de la naturaleza, monótonos y reiterados. El viento sonaba en el follaje de los árboles, el río murmuraba lenguajes incomprensibles y voces de pájaros desconocidos buscaban quién sabe qué. Seguro, la propia vida de todas las cosas. Vida que la rodeaba como una aureola persistente.
Pensó y volvió a pensar hasta la tortura- ¿por qué se habían ido sin dejar ver sus rostros? En sepia no servían. Que probaran volver. Virginia, Alejandra, Alfonsina. Otra oportunidad.
Creyeron que no, aunque todos las amaban. Confundidas estuvieron en esa agua fría sin asomarse al aire del espíritu en paz. Como antes que impregnaron los oídos con las mariposas de sus voces
Recordó aquel beso y los otros y los infinitos otros. Ella también transformó en palabras, sensaciones. El no comprendió esa transmutación. Por eso lloró. Por eso y por aquellas a las que apedrearon y confundieron sus mundos.  A veces no sólo rasguñaron, dolieron.
¿Por qué no preguntaron? Había otro modo de vivir, sin ahogos, sólo asomándose a la vida. Silvia Plath, Violeta Parra ¿Por qué no preguntaron? Caminantes. Hubieran comprendido que era así: Infierno y Paraíso, un hueso triste, pero les dolía la vida con sus ropas perfumadas de dolor a la hora de partir. Para qué pretendía él la posesión. Fueron las que dieron vida hasta muertas, como la difunta, nada de sus mendrugos, de sus apuros. De sus pechos se nutrió el mundo nuevo o de los pechos de sus hijas.

Él le habló de no sabía qué mientras ella continuó pensando en los besos, los primeros. Habló y habló, no dejó de hablar mientras ella pensó en encerrar palabras. Como lo hicieron aquellas, las viajeras. 
Por dentro le agradeció la ternura generada por primera vez. Siguió hablando de la dulzura de sus ojos, creyó oír; de sus labios rojos, tal vez oyó. Interrumpió ella para preguntar si podía volver en un rato. Y partió hacia la vida en rápido vuelo.
Se siguió preguntando por qué se fueron,  por qué dejaron trunca la belleza si igual se podía vivir esta inmundicia del mundo maravilloso encerrado en el nimbo con sus herramientas mentirosas juntando de a poco palabras bellas para nosotros,  espíritus sensibles, enarbolando pancartas de amor. No a la guerra. A ellas no les quedaba bien el fusil. Sabían defender la vida, proteger a sus niños. Todos nacidos de sus vientres.
¡Que hermoso premio¡ Se acordarán siempre de sus manos , de las caricias, de un dios que les dijo, “parirás con dolor”.  Dolor y muerte en esta corta y comprometida senda.
Él en su propia necesidad de fertilizar, ella en su obligatoria urgencia de procrear. ¿A quién pertenece el fruto? Puede ser que a la vida.

                                         ALBERTO FERNANDEZ