martes, 15 de noviembre de 2011

EL HOMBRE EN LA SILLA JUNTO AL MAR

EL HOMBRE EN  LA SILLA JUNTO AL MAR

Vendría de un pasado penoso,  tal vez recordando lo vivido y lo faltado. Su refugio: la silla de paja a orillas del mar. Se despertó un día rodeado de muchachas. Le hablaban. Le preguntaban sin cesar de sus desdichas, de su soledad en el bullicio de la playa. Desaparecían y regresaban con bebidas. Un chantaje para arrancarle palabras al silencio. Primaveras con lluvias y arco iris
Muy cerca un río desconocía su manantial. De allí venían las muchachas. De una casita junto a él. Iban y volvían. Solo una sonrisa de agradecer.
Barba blanca, pelo blanco. Rostro quemado de Sol. Camisa con antiguo color y pantalones. Descalzo.
Si tan solo hablara las muchachas hallarían su remedio. Le proponían un techo y lo rechazaba con su cabeza pivoteando en negativa. Siempre mirando el mar. No el cercano, el lejano. El que se vuelca en el horizonte.
Las muchachas pensaban que algo había perdido allí. El mar devorador de cosas y de vidas.
Un día cualquiera una niña lo tomaba de sus hombros con la misma vista en lejanía. Era el momento de preguntar. Era el único instante y ella contó la historia. El hombre sentado en su silla junto al mar esperaba. Lo que un día fue arrojado desde un avión debería volver a su origen Tierra. Su corazón palpitaba por el encuentro. Como algunos otros debería volver del “paseo de la muerte”. Su ropa, sus huesos.
Las muchachas desconocían ese testimonio de horror y muerte. El hombre sentado en la silla junto al mar estaba allí aunque sea para la memoria olvidada.

ALBERTO FERNANDEZ

2 comentarios:

  1. Sentado allí..., aunque más no sea para tomar conciencia. El relato tiene un halo de romanticismo que hace que la crudeza de lo que cuenta se suavice, aunque más no sea, aunque más no sea... excelente.

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  2. gracias Daniel por tu consecuencia con este blog. Un abrazo

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