TREINTA Y SEIS SEMANAS Y PICO
Fui sola a retirarlo. Se chupaba el dedo. Nos reímos con la enfermera y desde entonces ya éramos conocidos. Aunque yo ya lo amaba desde antes. A partir del momento del placer. Del acto de vida. De pura vida. Diferente. Por eso el gozo fue diferente. No se imaginaba ni por un remoto razonar lo que estaba contribuyendo a crear. Siempre era como una rutina. Ese delirio no lo razonaba. Yo había dejado de pintar pero ahora sí. Desaparecieron los negros, los marrones y los rojos que manchaban los pinceles. Me vio pintar de nuevo. No entendía nada de símbolos. Después de aquel video sí porque el azul lo invadía todo. Yo era un cabello castaño, nariz pequeña, enormes bustos, piernas bonitas. Yo era todo eso. El espejo y el halago me lo decían. Ahora yo era un vientre. Todo mi ser era un vientre. Siempre esperé. El tren, el pago de facturas, el consultorio. Ahora me tocaba esperar la magia de la concepción.
ALBERTO FERNANDEZ
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