viernes, 20 de mayo de 2011

TAN POCA COSA

TAN POCA COSA

Una brisa húmeda con olor a barro comenzó a soplar desde el río no muy lejano. Los arrabales. Desde el autito podía sentirse ese extraño aroma que semejaba a tierra mojada. Las nubes rojizas acabaron por ocultar la luna y las estrellas. Cada cierto tiempo algún pájaro insomne parecía que gemía sobre las tapias, una ventana se abría, o alguien tosía.
Un auto pasó raudo dejando el sonido de las gomas sobre el asfalto. El reguero de luces amarillentas los iluminó unos segundos y se miraron. Cuando la oscuridad reinó de nuevo sobre las cosas, él aventuró su mano hacia el lugar donde debía estar el cuello delgado, frágil, de ella y lo acarició con ternura. La atrajo hacia sí en un gesto amorosamente autoritario. Lloraron. Fumaron en silencio.
Al rato, las nubes dieron paso a la claridad. Apenas una débil iluminación que se colaba por las ramas de los árboles formaba una gruesa bóveda sobre la calle. Desde la otra parte de la ciudad llegaban los primeros sonidos de autos y camiones y algunas campanadas de las iglesias. El día se iba imponiendo sin prisa.
Las instrucciones eran llegar al amanecer, esperar que entrara la enfermera y recién entonces apretar el intercomunicador. Decir Dora. Entrar sola.
Todo sucedió. La luz del pasillo de la Clínica se encendió como a medias Él la besó largamente. Le dijo –suerte. Ella no respondió  Bajó del coche y se concentró en los pasos que la separaban del edificio.
Cada minuto representaba un poco más de luz, un transeúnte más; la ola de agitación y ruidos amenazaba con llegar de un momento a otro. Cuando alcanzó la entrada, se detuvo. Entró. Él cerró de un tirón la puerta del coche.
La luz del día era ya algo más que una promesa. Un brillo sutil aparecía, suavemente, en los cristales de las ventanas. Él esperó y esperó.
ALBERTO FERNANDEZ   



1 comentario:

  1. Me gustó mucho Alberto! Puntas de pie parece y pega después con mucha poesía también!
    Gracias por tus palabras
    Abrazo
    Mercedes Sáenz

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