LA NEGADA
Llegó a la casita para hablar con ella. Golpeó en la puerta. Sin réplica. ¿Habrá salido a separar las ovejas? Al acercarse a la ventana tal vez estaba su propia figura reflejada. Estaría con los suyos pero no tenía suyos. ¡Qué cruel la cabaña en ese páramo verde! . Pocos árboles. Ni siquiera flores silvestres de colores. Sólo una masa blanca a la distancia poblada de ovejas. Madres con corderos y corderas. No las pudo apartar.
Sus nudillos en la madera sonaron con fuerza. En otra tentativa tomó el picaporte y le fue concedido el paso. Sin escalas caminó directo al dormitorio. Sobre la cama y en ropas ligeras estaba ella. Clausura de párpados fatigosos de luz. Boca sin besos ni sonrisas. Cuerpo inmóvil. Brazos y piernas sin destino. Negada para siempre al amor.
ALBERTO FERNANDEZ